Ante la crisis que hoy mantiene a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile sin una mesa directiva electa con el quórum establecido por los estatutos, el exdirigente universitario apunta a la organización estudiantil como otra víctima de las nuevas formas de la política, ajena a los procesos de representación y mediación. En sus palabras, “el futuro se abre lleno de incertezas e interrogantes, y una de las más importantes es cómo se hace la política democrática en el Chile que viene”.

 

La crisis de participación en la FECh se profundizó durante la pandemia. La suspensión de clases presenciales obligó a que las campañas de las listas aspirantes a la mesa directiva se trasladaran en un cien por ciento a las redes sociales y a reemplazar las urnas por el voto online. Pese al esfuerzo por trasladar el proceso electoral al espectro virtual -con debates transmitidos a través de plataformas como Facebook e Instagram-, la falta de quórum en las elecciones de este año superó con creces la de las elecciones pasadas. Si en la mayor parte de la década pasada la participación de los estudiantes de la U. de Chile se mantuvo estable en torno al 40%, el año pasado cayó al 25%. Y ahora, con el Covid-19 muy presente, llegó al 14%, seis por ciento menos que el quórum.

Militante de Convergencia Social (CS) y consejero del INDH, Yerko Ljubetic es abogado laboralista egresado de la Universidad de Chile. Su carrera profesional y política está marcada por roles como el de asesor jurídico del Colegio de Profesores y de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) entre 1988 y 1990, y el de ministro del Trabajo y Previsión Social del Gobierno de Ricardo Lagos. Sin embargo, es tanto o más recordado como presidente de la primera FECh en tiempos de dictadura militar (que en 1984 reemplazó a la Fecech impuesta tras la intervención militar la “U”), que logró instrumentalizar y dirigir la lucha estudiantil en pos de la recuperación de la democracia.

En entrevista con Doble Espacio, Ljubetic analiza la actual crisis de la federación: de cara a un eventual proceso constituyente la primera universidad del país entera dos períodos sin una mesa directiva estudiantil legitimada por los votos.

-¿Cuál era la principal responsabilidad de la primera generación de la FECh en dictadura?¿Qué importancia política tenía la federación en ese entonces?

-La recuperación de la FECh fue un hito muy relevante en varios sentidos. Primero, desde el punto de vista del movimiento estudiantil, era una demanda que había cristalizado como un objetivo ampliamente compartido. Y eso ordenaba mucho y aclaraba mucho los objetivos y lineamientos que tenía cada grupo político, cada integrante del movimiento estudiantil.

Necesitábamos una federación que representara a los estudiantes en sus demandas y en sus problemáticas propiamente universitarias, que eran muy evidentes. Pero necesitábamos también una federación que cumpliera un rol político en el contexto de la lucha contra la dictadura, que se instalara como un actor relevante en representación. Y eso sólo se explica en ese contexto. No digo que sea bueno o malo, sino que eso da cuenta del momento y las circunstancias en que nació la FECh y por lo tanto, del rol que tuvo que cumplir.

-Hoy es el mismo alumnado el que, en el fondo, termina de desfondar la FECh al abstenerse de votar. ¿Cómo refundarla?¿Cómo lo hicieron en 1984 y cómo podría hacerse hoy?

-Tengo la impresión de que hay pocas cosas en común, básicamente porque la sociedad es radicalmente distinta y las pulsiones que la mueven hoy son muy distintas a las que la movían en la época. El momento y la circunstancia en que se instala una organización estudiantil son también muy diferentes. Unas circunstancias tan complejas y, a mi juicio, tan penosas como una desaparición en términos prácticos de la federación que, dicho sea de paso, no es primera vez que ocurre: en los noventa tuvo un momento de dos o tres años en los que hubo que hacer un proceso refundacional. Después recuerdo e2007, cuando se cumplían los 100 años, hablando con el presidente de la FECh: me decía que también había dificultades con la participación en las elecciones, etc. O sea, este tema no surge espontáneamente en estas circunstancias en que nos encontramos, pero ahora probablemente revientan esas condiciones que se venían dando. Ahora, es difícil encontrar factores comunes a los cuales apelar.

También creo que fue muy importante el tema de la autonomía. En esos tiempos, los niveles de militancia eran muy superiores a los de ahora. Todos militábamos en activos políticos. Pero creo que el grueso de los dirigentes teníamos una convicción, que era que nosotros representábamos a los estudiantes en primer lugar, por sobre nuestras propias particularidades y militancias.

-Una crítica general apunta a que el dirigente FECh se debe al partido, que por lo general tiende a ser del FA o de las JJCC. Fue uno de los “caballitos de batalla” de la última elección: no tener militancia. ¿Por qué lado va la reorganización? ¿Es el organismo -la FECh como orgánica-, o es la gente que la administra? 

-Creo que ir en contra de las militancias o de la participación de los activos políticos en la universidad no tiene mucho sentido, porque eso va a ocurrir. Es propio de las estructuras políticas tratar de estar presentes y tener vigencia en los movimientos sociales en general. Es su naturaleza. El punto es cuáles son las consideraciones que van en primer lugar. Y en ese sentido, la postura no puede ser la postura militante. Es decir, se tiene que declarar y ser consistente la representación de los intereses estudiantiles por sobre cualquier otra consideración. Y si esos intereses estudiantiles son distintos a la estructura de la que formas parte, uno se debe, si es dirigente estudiantil, a la representación de esos intereses estudiantiles.

Lo otro es que me parece que decir, “no pueden ser militantes”, es una cosa francamente discriminatoria. Incluso podría ser impugnada, porque la libertad de ser o no ser militante es una libertad que no se puede condicionar. El punto es otro. El punto es cuál es el rol de los activos políticos y de las militancias, que tienen que ser secundarias en relación de los intereses y los acuerdos y los consensos estudiantiles. Y sin perjuicio de que en tu actividad trates de persuadir, convencer, hacer proselitismo… todo eso es legítimo. El punto es que, a la hora de la representación, esté clara esa jerarquización.

Si me preguntan, puede ser raro, pero hoy es mucho más difícil reconstruir la federación que en mi época. Porque en ese tiempo lo que tenías que hacer era luchar básicamente contra el miedo.

-Había un enemigo en común más claro…

-Claro, las cosas eran, por decirlo de algún modo, mucho más blanco y negro. Todos sabíamos quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos. Entonces, era mucho más fácil generar estas lógicas y articulaciones ampliamente compartidas. Actualmente, todo está lleno de matices y de escalas. Es mucho más complejo. Hoy es algo mucho más complejo que el temor. De hecho, el temor, propiamente, no es un factor relevante. Pero eso no lo hace más fácil, sino que creo que lo hace incluso mucho más complicado.

Por décadas se ha reprochado a los miembros jóvenes de los partidos utilizar la federación para llegar al Congreso. ¿Cree que podría haber una correlación con lo que pasó el 2011, con el éxito del movimiento estudiantil, y que después muchos de los dirigentes que salieron de ahí terminaran efectivamente en el Congreso?

Es evidente que eso no nos pasó a nosotros porque no teníamos Congreso. Pero si vemos las generaciones de antes, según cuenta la historia, desde el año 1907 en que se crea la Federación, la FECh ha tenido un aporte importante en nutrir a la clase política, al Congreso, de dirigentes importantes.

Hoy, cuando pasa eso con Giorgio [Jackson] y Gabriel [Boric], es raro que la reacción sea tan contraria a lo que ocurrió con esas generaciones anteriores. Y eso denota este sentimiento antipartidista. Creo que desde la lógica de un dirigente con vocación política, me imagino muy razonable que su aporte no se agota en una federación, sino que él cree que tiene aportes que hacer en otras esferas, y en la política, el Congreso es una de las alternativas más evidentes y razonables en un sistema democrático.

-¿Es una generación que ya no quiere delegar su poder?

-Me da la impresión de que las generaciones jóvenes les cuesta mucho pensar que van a elegir a alguien que los represente. Por eso toda esta caricatura acerca del asambleísmo, que lo vi en acción: “Es la asamblea la que resuelve”. Y yo vi como movimientos específicos se agotaban en asambleas que eran cada vez más pequeñas y finalmente se volvían irrelevantes.

Me acuerdo en los orígenes de 2011, en la Universidad Central, donde la asamblea elegía un pequeño grupo que fuera a negociar con la autoridad. Cuando volvía el grupo con los acuerdos, les decían que no, que eran unos traidores. Los expulsaban y mandaban a otros, y así. Porque había una resistencia, que es una constante hoy día, a cuestiones que son básicas en la política al menos como la conocemos hasta ahora: la representación, la delegación, la mediación.

-¿Qué cambió de un tiempo a esta parte?

-Hoy, que estamos en un escenario en que conviven cuestiones como las demandas identitarias, el feminismo, los temas de género en general, el tema mapuche, las distintas cuestiones de las que uno forma parte y que hacen pensar, esas son las más importantes, cuesta mucho que la política articule esas demandas para darles un sentido, una lógica y una cierta perspectiva. El solo pensamiento que eso puede ocurrir cuesta mucho en las generaciones más jóvenes. Y eso afecta a las organizaciones sociales también, porque son espacios políticos y, por lo tanto, de mediación y representación. Si tú eliges dirigentes de la FECh, independientemente de que haya que mejorar las formas de control o de que haya métodos más directos, esa es una forma de mediación y de representación.

Entonces, esto está afectando mucho a los partidos, pero también a las organizaciones sociales. La CUT, para qué decir: venía con crisis desde mucho antes. Pero donde se mire hay una desconfianza generalizada y una resistencia a elegir y delegar representación. Estamos en una situación crítica mucho más allá de la FECh, una situación crítica de la política y que tiene que ver con el impacto del acceso a la información, la inmediatez que permite la tecnología, etc.

-¿Cuáles son los cambios que afectan la política actual?

-Cuando uno era dirigente político, en mi época, lo era entre otras cosas porque tenía más información que el resto. Y uno bajaba la estructura piramidal y eso le asignaba a uno una importancia y un rol que no tenía el resto. En cambio hoy, al entrar a una reunión, tú sabes que lo que se está discutiendo en esa reunión puede estarse conociendo afuera.

El acceso a la información no era amplio y extendido. En cambio, hoy, si yo accedo a toda la información, ¿por qué voy a asumir que otro está en mejores condiciones que yo para representar lo que yo quiero? Entonces, la comunicación directa e inmediata y el acceso directo e inmediato a la información son cuestiones que están golpeando muy fuerte a nuestras sociedades, esto no es privativo de Chile, y a la forma que entendemos la política y los paradigmas sobre los que se construye. Y en eso la FECh es una víctima más.

-¿Lo que pasa en la FECh refleja lo que pasa en el país?

-Sin duda. Ahora me tocó ver unos debates, entre otros con mi hijo, que está muy metido en esto y en la cosa muy social: la cantidad de gente y organizaciones sociales que critican el proceso constituyente y están viendo cómo hacerlo para no mezclarse con los partidos y que los partidos no tengan la hegemonía de esa asamblea constituyente, para que represente mucho más fielmente las demandas sociales que ellos plantean que han estado en el centro de la movilización y el estallido social, y que son las que permitieron todo esto. Me parece un punto de vista legítimo. Da cuenta que estamos frente a un problema generalizado, porque no es que haya una convivencia razonable. Que se diga: “Está bien que haya partidos, pero debiéramos tener representantes, así como va a haber escaños reservados para pueblos indígenas también”. Pero no es eso; es más bien una cuestión en contra. Ese cuestionamiento a la política y al modo en que la hemos entendido históricamente está ampliamente extendido. En ese sentido digo que la FECH es una víctima más de cuestiones que hacen muy difícil pensar hoy en cómo se hace la política. 

Eso es un desafío enorme y probablemente nos asomemos a un escenario político difícil de imaginar y bien poco posible de comparar con otras situaciones que hemos vivido en la historia. El futuro se abre lleno de incertezas e interrogantes, y yo creo que esta es una de las más importantes: cómo se hace la política democrática en el Chile que viene. Y quizás, en la tarea de reconstruir la FECh, los muchachos de la Chile nos aporten con algunas ideas para cuestiones que vamos a tener que encarar en las más diversas áreas, particularmente porque nos va a tocar diseñar el entramado básico de esto, que va a ser una nueva constitución. Habrá que tener la capacidad de instalar modos y mecanismos que se hagan cargo de esta nueva realidad. Va a ser un debate bien complejo, sí.

-De cara a un eventual proceso constituyente, ¿cree que el escenario es más complejo que antes al ser esta la FECh que podría haber liderado el movimiento estudiantil?

-Me habría gustado, quizás por añoranzas personales, ver a la FECh junto a las otras federaciones liderando un modo a través del cual la juventud universitaria, que aunque sea una élite de la juventud chilena, históricamente ha tenido un rol súper relevante, hubiera tenido también ese rol en este proceso constituyente. No tanto para representar a las universidades y a lo que ocurre en ellas, que creo que tendrán modos de representarse, sino para representar las perspectivas, las demandas, las inquietudes y los puntos de vista de una franja súper relevante de la juventud chilena. Desgraciadamente, este proceso constituyente, que habría sido una buena oportunidad para que eso ocurriera, nos va a encontrar sin una FECh en condiciones de cumplir el rol que históricamente uno habría pensado que podría cumplir. Algo, sin dudas, lamentable.

 

 

Felipe Arancibia

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Catalina Araya

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile