En lengua mapudungún, la palabra ‘Kim’ significa saber y ‘Antu’ representa al sol. Cuando el 13 de febrero de 1971 se anunció que el Estado compró todos los activos de la Editorial Zig-Zag, empezaba uno de los proyectos más emblemáticos de la Unidad Popular: La Editora Nacional Quimantú. 

El proyecto no se originó en el Gobierno de Salvador Allende. Fueron los mismos trabajadores que, al no ser remunerados en Zig-Zag por tres meses, iniciaron una huelga para que el Estado comprara la editorial que estaba prácticamente en la bancarrota. 

De ahí, se empezó a buscar un nombre que calzará con el espíritu que se quería transmitir. Allende, por pedido del exdueño de Zig-Zag, Sergio Mujica Lois, quería bautizar el sello como Camilo Henríquez. Sin embargo, el nombre que todos conocemos nació gracias a Luz María Hurtado, asistente del director del proyecto y escritor costarricense Joaquín Gutiérrez Mangel, ya que mientras observaba un libro de 1934, escrito por el padre Félix José de Augusta, encontró las palabras ‘Kim’ y ‘Antu’ y que al juntarlas, quedaba el significado de “Sol del Saber” o “Sabiduría del sol”. Quimantú había nacido.   

Quimantú, en sus dos años y cuatro meses de funcionamiento, logró producir aproximadamente 11 millones de libros que estaban distribuidos en 315 títulos y 14 colecciones. La más destacada de todas ellas, o por lo menos, la que tuvo más tiraje, fue Minilibros. 

La colección, que originalmente surgió como una idea de Gutiérrez Mangel para los niños, evolucionó y se convirtió en una compilación de literatura con autores nacionales e internacionales de la talla de Gonzalo Drago o DH Lawrence, salían cada martes a un precio que hoy equivaldría a 2.500 pesos. 

Con eso, cada tiraje era de aproximadamente 30 mil libros por edición, habiendo excepciones como “El Mexicano” de Jack London, con 100.000 en su tiraje original. Se estima que Minilibros produjo alrededor de 3 millones 600 mil libros en total. 

El copropietario de The Clinic, y quien fue el encargado de distribución de la editorial estatal, Pablo Dittborn Barros, dice que para hacer estos libros se utilizó el sistema de “Doble Paralelo”,  que significa que si imprimen simultáneamente 10 mil libros, quedan 20 mil copias en total. 

La estrategia de Quimantú estuvo centrada en vender sus libros en quioscos, algo que fue novedoso para la época ya que estos superaban en muchos números a las librerías existentes en el país, que no eran más de 180. Algo clave para el éxito de los Minilibros. 

Minilibros fue la colección más exitosa de Quimantú junto a los Cuadernos de Educación Popular. Sin embargo, Dittborn recalca que el impacto de los primeros se podía ver en la calle: “Tú tomabas una micro de la época y era muy usual toparse con dos o tres personas leyendo un Minilibro Quimantú. Cosa que no sucedía antes y que no ha vuelto a suceder. La divulgación fue amplísima. Diría que no siendo la primera colección que salió de la editorial, esta fue la de más alto impacto”.  

 

Mariana Poblete

Periodista de la Universidad de Chile