La crisis sanitaria ha hecho necesario acudir a ramas poco difundidas de la historiografía, como la historia de la salud y de la medicina. En conversación con Doble Espacio, la autora de Dar a luz en Chile explica que ellas permiten comprender un pasado cuyos hitos no están muy arraigados en la memoria colectiva. Asimismo, observa algunos aspectos inéditos y extremos en la actual pandemia. 

 

“Los historiadores no estamos enfocados en intervenir la realidad, sino en tratar de comprenderla”, aclara desde el arranque María Soledad Zárate, cuyo interés disciplinar se ha enfocado en la historia de la salud, la medicina y las políticas sanitarias. Aunque lo habitual es asociar el oficio de los historiadores al acontecer político, económico o bélico, para la académica de la U. Alberto Hurtado estas son áreas en las que no se toma en cuenta lo que le sucede a la mayoría de la población.

“En la historia de la salud se investiga el cuerpo y las enfermedades”, explica; también, “a quienes intervienen en el sistema de salud o escriben políticas públicas. Así es posible evaluar su impacto en los índices de mortalidad, morbilidad, enfermedades venéreas, etc.”. Fue en los 2000 cuando esta disciplina comenzó a tomar fuerza en Chile, gracias al trabajo de pioneras como su colega Angélica Illanes.

El “interés por saber cómo el Estado, los médicos y otros profesionales de la salud han intervenido en la vida humana” hicieron que junto a tesistas y colaboradoras, Zárate publicara, hace más de diez años, Por la salud del cuerpo, donde se explica la historia de Chile vinculada a sus políticas sanitarias. El conocimiento adquirido le permite afirmar que “desde la erradicación de la viruela, a fines de los 70, las políticas sanitarias en el mundo dejaron de enfocarse en la contención de epidemias para hacerlo en las enfermedades crónicas, como la diabetes o el cáncer”. 

Considera que las epidemias pasaron al olvido porque existía, entre los científicos, una sensación de que el mundo de los microbios estaba dominado. Pero a partir de este milenio aparecieron nuevas enfermedades contagiosas, con alto nivel de propagación, como el SARS-CoV, la gripe H5N1, el Ébola y el Zica, entre otros. Con estos antecedentes y “este año con total certeza, nos damos cuenta de que no habíamos dominado este tipo de enfermedades y que hay microorganismos capaces poner al mundo de rodillas”. Cree que será necesario destinar más financiamiento para investigaciones científicas, porque “si bien se puede encontrar el antídoto contra el Covid-19, los virus volvieron para quedarse mucho rato”. 

En medio de la crisis sanitaria mundial, la ciencia se ha instalado en los ámbitos mediático, político y social. Para entender y dar a entender el mundo científico, Zárate participa como investigadora principal del área de historia de Ciencia en Chile Contemporáneo (cienciachilehoy.cl), proyecto que involucra a la UAH, la U. Católica y la UNAB para estudiar la producción científica nacional desde el cruce entre filosofía, historia y estudios de ciencia, tecnología y sociedad. En su percepción, “hace 50 o 100 años la ciencia no se tomaba en cuenta como ahora. Asimismo los científicos. Sarah Gilbert, por ejemplo, la vacunóloga de Oxford, es toda una celebridad”. Para la autora de Dar a la luz en Chile la conexión entre el mundo científico y el público general se explica porque el primero ha ido adoptando un lenguaje más accesible. Así, la gente percibe al científico “ya no como esa persona lejana, con un delantal blanco y un tubo de ensayo entre las manos”.

Sin embargo, la académica advierte que “cuando no se tienen certezas, como ahora, hay que ser cuidadosos con lo que se espera de la ciencia”. Sostiene que los científicos han tenido que aclarar recurrentemente que no habrá vacuna hasta, al menos, el próximo año. Pese a ello, “la gente quiere entender otra cosa”. 

Sobre la pandemia del Covid-19, subraya que “aunque no teníamos grandes epidemias desde hace un buen tiempo, la perspectiva histórica ayuda a darnos cuenta de que no son un hecho aislado”. Y para nombrar algunas de las variadas consecuencias que puede tener un fenómeno de este tipo, se remonta a la época medieval. Entonces, las epidemias “reactualizaban el vínculo de las personas con Dios, pues ver gente con viruela o lepra era un recordatorio del infierno”. O bien, en un caso más reciente, el VIH tuvo la capacidad de visibilizar el mundo homosexual. “Que ciertos famosos se enfermaran y que fueran gay causó que esto se transformara en una causa política”, asevera.

Acerca de las posibles consecuencias de la actual pandemia, Zárate dice estar a la expectativa. Se limita a preguntarse cómo se va a contar este momento en un futuro y si seremos capaces de sacar cosas positivas de él. De lo que sí está segura es que ha causado que el miedo a la muerte sea mayor, además de demostrarnos “que somos, como sociedad chilena, más frágiles de lo que pensábamos: si no hay trabajo en uno o dos meses, la gente no se empobrece, se arruina”. 

¿Qué políticas sanitarias considera de más urgente aprobación, considerando el escenario actual?

Hay que mejorar las listas de espera. Eso es fatal. La cantidad de gente que este año no se pudo someter a alguna cirugía que tenía programada, gente que venía esperando desde hace años… Me cuesta pensar en eso. Ser pobre y tener que hacerte una operación en el estado en que estamos, debe ser una tragedia total. La ley de salud mental también, porque ese tema se viene de terror. Psicólogos y psiquiatras van a tener mucho trabajo, pero será un problema la falta de plata para pagarles. La salud mental no está cubierta de manera adecuada por las isapres y Fonasa. Además, la cantidad de gente que se automedica en este país es insólita.
También está la ley de violencia obstétrica, que está a medio camino. Una de las debilidades del sistema sanitario, chileno y mundial, es que a los médicos y al personal sanitario se les permite actuar con cierto autoritarismo. Si bien hay una alta confianza, también se denuncia la falta de empatía en el cuidado, lo que causa, entre otras cosas, maltrato a mujeres por parte de médicos y matronas.


Desmemoria sanitaria

La crisis sanitaria hizo necesario remontarse al pasado chileno para encontrar en él situaciones similares. Si bien en el territorio nacional se han esparcido virus como el H1N1, el hantavirus y el VIH-y hace más tiempo, lo de la influenza, la gripe española, la fiebre amarilla y la viruela, entre otras-, se trata de episodios de los que poco se almacena en nuestra memoria colectiva.

Las crisis sanitarias, epidemias o pandemias, parecieran olvidarse rápidamente. ¿Por qué?
A veces, los episodios más traumáticos los olvidamos más rápido. Los que tienen que ver con la salud, eso sí, no con la violencia política. La última gran epidemia en Chile fue en 1957: la influenza. ¿Quienes vivieron la influenza? Yo no había nacido. Mi padre tiene 80 años y ni se acuerda, y eso que en esa época tenía 17 años. No se acuerda -y es algo que habría que investigar- porque una cuarentena como la que hemos vivido ahora no había ocurrido antes: no tenemos memoria de un encierro tan masivo en la ciudad. Si se revisara la prensa correspondiente a las epidemias anteriores, nos daríamos cuenta de que la gente seguía funcionando. Este año ha sido distinto, ha sido muy extremo. No tenemos un pasado similar que recordar. No hay memoria de algo así, o al menos no hay un ejemplo inmediato.

¿Es posible describir una memoria colectiva sanitaria?

Estamos en un momento de crisis estructural en el que la crítica constante y la falta de confianza en la institucionalidad son protagonistas. Hay falta de fe en la clase política y en el Estado. Y pareciera que entre ciudadanos la situación no es mucho mejor. Eso quita la estructura base para hacer memoria, porque esta, para que sea colectiva, requiere que se comparta algo. Tú y yo no nos conocemos más que ahora, pero puede que tengamos algunos consensos mínimos que nos permitan conversar. A nivel país, sin embargo, en el contexto actual es difícil hacer memoria. Más bien está disuelta, porque a la gente no le importa o no la necesita. Aclaro que el disenso no me parece negativo, pero lo que estamos viviendo es más que eso. Sucede que a la primera que alguien dice algo que no me gusta, lo sepulto. Eso no permite hacer memoria.

 

 

Amit Nachari

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile