La Región de Arica y Parinacota concentra a dos de las cuatro poblaciones indígenas más grandes del país: aymaras y quechuas. De momento, no se han tomado decisiones políticas en torno a distintas comunidades que, expuestas al virus, podrían sufrir consecuencias irreparables.

 

Era 25 de mayo cuando Jaime Mañalich destacaba, en televisión, que la curva de contagios por Covid-19 se había aplanado en distintas regiones de país. Entre ellas destacaba Arica y Parinacota, que contaba 513 casos, tras Aysén (10), Atacama (185), Los Ríos (297) y Coquimbo (338). Sin embargo, sus alentadores dichos caían como plomo en una región que no piensa en su presente, sino en su futuro.

Hoy, Arica y Parinacota cuenta con 636 casos confirmados y con ocho fallecidos. Son 123 casos nuevos en una semana.

Un 36% de los habitantes de Arica y Parinacota se reconocen como pertenecientes a un pueblo indígena, el mayor porcentaje a nivel nacional. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), de ese 35,7 %, un 75 % se considera Aymara, un 10 % mapuche y un 6,1 % parte de otro pueblo originario.

En 2019 se aprobó la ley de reconocimiento del pueblo tribal afrodescendiente que, mediante un censo abreviado a cargo de las agrupaciones afro de la ciudad, determinó que un 4,7 % de la población de la región es afrodescendiente. Es decir, 8.415 personas que no forman parte de los datos del INE.

Tras el comienzo de la pandemia, muchas agrupaciones se han preguntado qué medidas debieran tomar el Estado y los gobiernos locales respecto de la población indígena. Ejemplos de ello se puede ver en el exterior. En Perú, por ejemplo, se creó un decreto en el que se “establece acciones para la protección de los pueblos indígenas u originarios en el marco de la emergencia sanitaria declarada por el covid-19”. Esto, tras contagios como los de la comunidad Shipibo-konibo, grupo étnico de la Amazonía peruana que registró 58 fallecidos por covid-19. En tanto, según datos de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), al 25 de mayo ya habían muerto más de 131 indígenas en las distintas regiones del país.

 

 

El problema es lo que puede desencadenar esta ola de contagios en poblaciones altamente vulnerables. Por de pronto, la distancia entre distintas ciudades del norte Chile pueden superar las dos horas en ambulancia, sin contar lo que puede significar un contagio en comunidades andinas cuyos centros de salud tienen una baja capacidad de respuesta. Sin embargo, esto es sólo una muestra de un problema que el coronavirus llegó a exponer como petróleo en el agua.

El próximo 21 de junio, el mundo andino celebra el Machaq Mara -el Año Nuevo Aymara-, festividad que se vería limitada por la pandemia. Para Gladys Vázquez Poma, “es muy importante cuidarnos de esta pandemia”. Hay “mucho estrés por no saber cuándo va a terminar”, agrega esta educadora tradicional, profesora de cultura indígena reconocida como tal por el Mineduc. “Otras personas no tienen recursos, es una situación muy crítica y preocupante. Lo único que hay que tener es harta fe. Esto va a pasar”, dijo ante Camarones TV, plataforma audiovisual de la Municipalidad de Camarones.

Por la misma vía el alcalde de la comuna, Iván Romero Menacho, habló de las preocupaciones que genera la pandemia: “Las cifras se nos van escapando. Falta mucha conciencia desde la comunidad. Hay que agradecer a los cuidadosos, pero pedir un poco más de criterio a quienes, irresponsablemente, están realizando algunas actividades que no son oportunas para el momento que vive el país”. Esto se condice con la decisión alcaldicia de generar un cordón sanitario en la comuna, ubicada en la zona sur de la región.

 

Más que cifras

El 9 de mayo, la secretaria regional ministerial (Seremi) de Salud de Arica y Parinacota, Beatriz Chávez, informó que la región registró 340 casos de Covid-19, de los cuales la mitad pertenecían a población indígena. Estos tendrían una tasa de incidencia de 180,3 por 100 mil habitantes, casi un 80 % más que el resto de la población de Arica (120,4 por 100 mil habitantes).

Las cifras apuntan a otro tipo de problemas. La antropóloga Malva-Marina Pedrero lo explica de esta forma: “No se ha prestado atención al grupo vulnerable que son los pueblos indígenas. Por ejemplo, en la comuna de Lonquimay (región de la Araucanía) todos sus casos son indígenas. De 52 casos, 51 eran indígenas. Son comunas pequeñas. Para la región y el país, son un número de casos insignificantes, pero para las condiciones internas de la comuna, son casos completamente relevantes”.

Pedrero explica la relevancia de la entrega de datos desagregados, es decir, que especifiquen quiénes son los contagiados. “Si tienes una comuna donde 3 de cada 10 habitantes son indígenas, esperarías que 3 de cada 10 de ellos estuviera contagiado. Cualquier diferencia habla de una inequidad en la distribución del contagio, una inequidad que no es fundamentada en condiciones de carácter biológico, sino por las condiciones de vida y la capacidad que se tiene para prevenir ese contagio”.

No hay pruebas de que los indígenas sean más propensos al contagio de Covid-19. “Son poblaciones altamente vulnerables y altamente envejecidas. No se trata de que tengan más riesgo de contagiarse, sino que, una vez contagiados, podrían presentar síntomas graves que conduzcan a la muerte. En un escenario de poca provisión de bienes y servicios de salud, impedir el contagio en estas zonas es vital. Pero deben tomarse medidas en la ciudad, centro del contagio”, explica la antropóloga.

A fines de abril la Conadi (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena) del Ministerio de Desarrollo Social, entregó 700 canastas de alimentos básicos y kits de aseo a comunidades indígenas de Arica y Parinacota, siendo uno de los pocos gestos por parte del Estado en torno a la población indígena del norte. Debido a su condición de frontera entre Chile con Perú y Bolivia, la región es una de las zonas clave de movilización de población en el país. Entre las medidas adoptadas, se encuentra el impedimento de ingresar o salir de ella, aunque esto no afecta al transporte de bienes, que pueden seguir su tránsito.

Pese a la baja tasa de contagios en Arica desde el inicio de la cuarentena, el alcalde de la comuna, Gerardo Espíndola, llama a no confiarse. “Que el ministro de Salud (Jaime Mañalich) nos diga que Arica superó la crisis me parece de un nivel de irresponsabilidad y de una liviandad absoluta. (…) En diez días tenemos 145 personas enfermas, es decir, un 30 % de la totalidad de enfermos desde que partió esto en marzo. La gente está saliendo a la calle, porque la gente hoy día en el comercio ambulante está vendiendo sus joyas, pidiendo créditos, ayuda social a la Municipalidad porque no tiene dinero para parar la olla, no tiene dinero para llevar a su casa”.

 

Voces de un pueblo

Un charango abre la radio. El volumen baja lentamente y abre paso a una voz en aymara y, en otro audio, en quechua. Es una campaña realizada por el Taller de Radio de Lenguas Indígenas de Arica titulada “Los pueblos nos cuidamos del Covid-19”. Su objetivo: difundir y concientizar acerca de los riesgos de la enfermedad.

Nacido en 2016, el Taller de Radio de Lenguas Indígenas busca “fortalecer el derecho a la lengua materna y comunicación de los pueblos indígenas mediante la revitalización del patrimonio cultural de los pueblos andinos del territorio, además de difundir y promover la cultura y lenguajes originarios”.

 

 

Leyla Noriega, periodista quien tiene su programa en Radio ayni, es la fundadora y promotora de la iniciativa. “Nace tras la creación del Departamento de Pueblos Originarios (DEPO) para difundir la cultura en su lengua originaria. Hicimos un llamado abierto con un aviso en el diario local. Es usar la radio como un medio para transmitir la cultura, lengua y preocupaciones de los indígenas hoy”.

Desde el inicio de la pandemia, sin embargo, Noriega explica los cambios que esto ha significado para la realización del taller. “La palabra en los pueblos indígenas es importante. Para ellos es importante juntarse. Hay gente que no tiene espacios en sus hogares desde dónde conectarse. Pero los propios integrantes del taller querían conectarse. Por último, es un espacio para conversar, para hablar con tu pueblo. En Arica no tenemos un centro cultural o un espacio donde reunirnos”, explica la periodista coordinadora.

Sus preocupaciones, sin embargo, se expanden más allá del taller, pues las cifras no han sido desagregadas, es decir, estableciendo si alguien es o no indígena. Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) urge a los Estados a “enfrentar el grave riesgo en el que se encuentran los pueblos indígenas y a adoptar medidas urgentes para proteger el derecho a la salud de esta población”. Resalta, igualmente, “la necesidad de elaborar respuestas específicas para este colectivo, que sean respetuosas de su cosmovisión y diversidad cultural”.

“Yo soy indígena, pero soy Noriega: por mi apellido no sacarían mi origen étnico. El tema va más allá del 50 %”, dice la periodista, quien, junto al Taller de Radio de Lenguas Indígenas realizó en el Día del Patrimonio un programa que aborda el significado de la cultura indígena, más allá de la pandemia.

 

Incendio en el horizonte

Según el Censo de 2017, la comuna de Arica tiene una población de 216.298 personas, de las cuales 75.883 se consideran parte de un pueblo originario: un 36%, la tasa más alta del país. El 75 % se considera aymara; un 10 % mapuche; un 3,4 % quechua y un 2,4 % diaguita.

Sin embargo, organizaciones como Oro Negro, Lumbanga y la Agrupación de Mujeres Hijas de Azapa, denuncian uno de los grandes problemas de la falta de datos: la población afrodescendiente, que no es parte de las estadísticas y sobre la cual no existen datos oficiales que ayuden a diseñar políticas públicas. Según datos de la Oficina Afrodescendiente de la Dirección de Desarrollo Comunitario (Dideco) en Contextos y desarrollo de salud del pueblo tribal afrodescendiente chileno, en la región de Arica y Tarapacá un 4,7% de la población pertenece a población afrodescendiente, es decir, 8.415 personas.

Recién en 2019 el Estado otorgó reconocimiento legal a los afrodescendientes como un pueblo tribal de Chile, tras 19 años de movimientos afro. Sin embargo, Milene Molina, encargada de la Oficina de Desarrollo Afrodescendiente de la Municipalidad de Arica -y parte del Colectivo de Mujeres Afrodescendientes Luanda-, manifiesta que las medidas no han sido suficientes.

Necesitamos políticas públicas y datos sobre la población afrodescendiente. Si los tuviéramos, podrías saber qué tan vulnerables somos frente a enfermedades. Porque esto no pasa por una cuestión genética, sino por la exposición que tenemos como pueblo. ¿Quiénes son los que realizan labores comerciales en las ferias, los trabajos domésticos? La población indígena y afrodescendiente, que no puede hacer cuarentena. Es por eso que estamos más expuestos a infectarnos”, dice Molina, que también es parte de la Mesa Técnica Política del Pueblo Afrodescendiente Chileno

Varias son las preguntas que, a sus ojos, necesitan respuestas: “¿Dónde habría que trabajar más con la población afrodescendiente? ¿Qué tan hacinadas viven? ¿Cuáles son sus condiciones? ¿Tienen los recursos para superar esta pandemia? ¿Los implementos de higiene, de educación?”. Y agrega que esto va para largo, pues no hay tantos datos sobre población indígena, públicos al menos, que ayuden a proyectar el comportamiento del virus en estas poblaciones. “Es como un incendio forestal. Uno va apagando un sector y no sabes en qué momento todo cambió. Uno no termina de apagar un lado, y aparece otro”, dice con una voz cansada, pues su trabajo, dice al otro lado del teléfono, comienza a las cinco de la mañana. “Esto es así”.

 

Aleister Quezada

Periodista de la Universidad de Chile.