Ante la rápida propagación del coronavirus y la falta de un tratamiento oficial, el principal llamado de las autoridades apunta a la prevención del contagio mediante la realización de cuarentenas y, por sobre todo, a la limpieza constante y prolongada de manos y superficies. Sin embargo, localidades como Petorca se ven limitadas para acatar la más importante de las recomendaciones para enfrentar el Covid-19. Cada habitante sólo tiene 50 litros de agua por segundo.

 

Hace ya varias semanas que la situación global es incierta. La crisis sanitaria provocada por el brote del Covid-19 tardó poco tiempo en expandirse desde Wuhan, China, al resto del mundo. El primer contagio en Chile se registró el 3 de marzo, 8 días antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificara la propagación del virus como pandemia. Pese a que la mayor parte de los infectados se concentra en la capital, la cifra de ciudades que registran más de un contagio no resulta menor.

En la provincia de Petorca se cuentan 3 casos confirmados a la fecha. Pero hay un factor relevante que la distingue de las demás, y que afecta a sus habitantes desde hace 15 años: una profunda crisis hídrica.

La zona norte de la V Región es uno de los sectores más afectados por la escasez de agua que aqueja al 39 % de las comunas en Chile, lo que significa un acceso limitado y de baja calidad al suministro de potable. Si bien se trata de un problema sostenido en el tiempo, hoy provoca mayor incertidumbre ante la crisis sanitaria y la principal recomendación preventiva de la OMS: el lavado constante de manos.

Álvaro Escobar es el presidente de la Unión de Agua Potable Rural de la cuenca del río Petorca (UAPR) y desde 2013 ha guiado, como asociación comunitaria, a más de 26 cooperativas, comités y juntas de vecinos en el uso responsable y la correcta distribución del agua entre los vecinos.

Hoy, mientras parte de la comunidad del valle de Petorca se queda en su casa cumpliendo la cuarentena, Escobar y los dirigentes sociales de la zona han hecho un llamado a las autoridades sanitarias a que les indiquen las directrices para actuar en su situación. “¿Cómo cumplir la normativa de salud en una zona de escasez hídrica?”, pregunta el presidente de la UAPR, y continúa su queja: “Estamos enfrentados a una crisis que nos ha golpeado por más de 10 años, viviendo el peak ahora, junto con esta terrible pandemia”.

 

 

La situación no da abasto para ciudades como Petorca, comuna donde el 58 % de población habita zonas rurales, el promedio de la edad de los trabajadores ronda los 43 años y la población de riesgo, los adultos mayores, son un 15 % de los habitantes. La cuarentena, entonces, es una mortificación más, un mayor INRI para quienes viven el día a día con el agua justa. Sucede que la cuota de agua por habitante es de tan solo 50 litros diarios, mientras que para un chileno promedio la marca es de mínimo 170 litros por jornada, según datos de la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS).

Pese a que el derecho al acceso al agua potable y al saneamiento fueron explicitados como derechos humanos fundamentales hace ya diez años, la realidad de las comunidades rurales en Chile no se condice con lo dicho por la Asamblea General de la ONU. Según datos recopilados por Greenpeace Chile -en el marco de la campaña sueltaelagua.cl, cerca de 383.204 viviendas no cuentan con suministro de agua potable, mientras que el 84,7 % de la población rural se abastece de agua a través de pozos, ríos, lagos y esteros.

Para Álvaro Escobar existe una violación flagrante a los derechos de los vecinos: “Si la comunidad rural cuenta hoy sólo con 50 litros por habitante, claramente no es un derecho humano básico que se esté respetando”. Más chocante aún le resulta que una de las medidas preventivas sea el lavado de manos continuo. “Creo que cuesta imaginarse lo que significa para nosotros tener 30 segundos el agua corriendo”, dice Escobar, y añade: “No hay que olvidar que en el campo, llevan  el agua con mangueras del camión aljibe a las casas, donde la usarán en lavatorios con un jarro, seguramente. Entonces, no está el control que se exige hoy día para evitar el coronavirus”.

Ante el dilema, el presidente de la UAPR junto con la municipalidad de Petorca y su alcalde, Gustavo Valdenegro, solicitaron al seremi de Salud de Valparaíso, Francisco Álvarez, un oficio para el envío de guantes, mascarillas y alcohol gel, además de elementos de básicos de aseo, para las comunidades del valle. “Tenemos que hacerlo por nuestra salud, por la salud de nuestra familia, pero permanece la disyuntiva: ¿Qué hacemos si no tenemos el agua?”, dice Escobar. Hasta el momento, no han recibido respuesta.

El bastión más importante de los petorquinos para combatir el Covid-19 es el Hospital de Petorca, pese a estar calificado como de baja complejidad. Esto significa que solo existen de 8 a 30 camas para cuidados estrictamente básicos y la atención en casos graves es derivatoria a centros de mayor complejidad, como el Hospital Gustavo Fricke. A pesar de sus limitaciones, el recinto ha tomado medidas la última semana, desde que se confirmaran 3 casos en la provincia: uno en La Ligua, otro en Papudo y un último en Chincolco.

Las medidas, si bien básicas, son las mínimas para mantener asegurada la atención de los pacientes. Estas contemplan dos entradas al servicio de Urgencias para separar a las emergencias respiratorias, la habilitación de una sala especial con equipo médico y una barrera sanitaria en la entrada del hospital, que considera un cuestionario y recomendaciones.

 

En busca de agua

Actualmente, la Dirección de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas, está haciendo prospecciones por la cuenca del río hasta El Sobrante para evaluar nuevas conexiones que beneficiarían a las comunidades ubicadas desde Hierro Viejo hasta Alto Hospicio. Sin embargo, por parte de la Asociación Gremial de APR (Agua Potable Rural), calculan que el proyecto podría dar sus primeros frutos dentro de dos o tres meses, pese a que aumentar el acceso al recurso hídrico es una urgencia.

A partir de la coordinación entre los diversos actores comunales, surgió la principal medida de acción local para racionar el suministro hídrico, que consiste en la programación de cortes de agua previamente planificados durante los horarios de menor uso, con el fin de aumentar la calidad del flujo durante el día.

El presidente de Unión de Agua Potable Rural destaca de forma transversal el valor humano que hay dentro de la comunidad, pues sus integrantes han continuado su trabajo aunque las condiciones de suministro no son las óptimas. Escobar reflexiona que “pese a la lucha constante por el tema del agua aún tenemos vecinos comprometidos con la causa de seguir siendo gestores de nuestra propia agua. Y eso significa que, de alguna forma, se practica el bien común, existe la solidaridad”.

Felipe Arancibia

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Catalina Araya

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile