Los estudios de opinión buscan darles voz a las posturas ciudadanas sobre ciertos temas. Cadem, un día después del estallido de la mayor crisis posdictadura, lanzó uno sobre las evasiones masivas y las medidas del Gobierno, generando críticas a su forma de plantear las preguntas y a una operación que encuesta solo a mil personas en cinco horas. A contrarreloj, un equipo de la Universidad Alberto Hurtado recopiló por su parte más de 238 mil opiniones en 28 horas, con resultados distintos y hasta contradictorios. ¿Cuál es más confiable? Aquí, expertos abordan metodologías y formas de trabajo. 

 

Cuando hablamos de representatividad en Chile, ¿le creemos a alguien? Para la socióloga María Emilia Tijoux, el contexto general está para no creer a nadie, porque se ha mentido durante mucho tiempo. Hoy, la acción de las instituciones públicas, medios de comunicación y agentes del Estado está siendo fuertemente cuestionada. 

El 18 de octubre, estalló una crisis social que dio pie a un Estado de Emergencia con toque de queda en varias ciudades y miles de uniformados en las calles. La gravedad de los acontecimientos llevó a diferentes organismos hurgar en lo que pensaba y opinaba la gente a través de encuestas y estudios. El primero de ellos fue la encuesta Cadem, lanzada el día 19. La suspicacia que despertó un estudio realizado en tan poco tiempo se expresó en redes sociales. Según la descripción de la encuesta, solo estuvo disponible de 9.30 a 14.00 horas.  

 La encuesta Cadem es utilizada generalmente por autoridades y medios de comunicación para hablar sobre temas de opinión pública. Sin embargo, el director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica de la U. Mayor (Ceace), Germán Silva Cuadra, afirmó en una columna para El Mostrador que estudios como estos sirven, en ocasiones, a las instituciones o al Gobierno para calibrar sus acciones o proyectos en función de la percepción pública frente a determinadas  iniciativas. 

Andrés Scherman, director del Magíster en Comuncicación de la UDP, explica el modelo de este instrumento: “Cadem es una encuesta telefónica, tiene una base de millones de teléfonos móviles. En esa base de datos eligen una muestra al azar, lo que significa que todas las personas de ese grupo tienen la misma probabilidad de ser seleccionadas, y eso es lo que le da la representatividad. Las encuestas son representativas en la medida que son probabilísticas”. 

Al decir de Silva, esta metodología ya es muy criticada, pues presentaría debilidades tales como el hecho de usar una muestra telefónica de números fijos y portátiles. Scherman, por su parte, dice que hay muchos teléfonos o mucha gente que no forma parte de esa base de datos, por lo que es imposible que la encuesten. Tampoco se sabe cómo construyen esa base de datos: no se sabe cuál es su universo muestral, a quién está representando, cuántos son, ni cuál es el perfil de la gente que está ahí. En la ficha técnica, no se transparenta el tamaño de la muestra. Así, prosigue el académico, responde el llamado sólo quien quiere, haciendo no aleatoria a la encuesta, no probabilística, ni menos representativa.  

 El estudio del 19 de octubre –“Encuesta especial: Evasión masiva y estado de excepción constitucional”- usa la mencionada metodología y recoge datos de Cadem Online, comunidad de 150 mil personas que participan activamente de los estudios: se contactó a 4 mil, de las que participaron 1.002, sin que se explicite cuántos respondieron por vía telefónica y cuántos online. El Gerente de Asuntos Publicos y Estudios Cuantitativos de Cadem, Roberto Izikson, declinó esclarecer estos datos, acusando falta de tiempo.  

 Uno de los puntos cuestionados fue la manera en que Cadem planteó las preguntas. En una de ellas, sobre la percepsión de las evasiones en el transporte público, se consultó: “¿Usted cree que las evasiones masivas son…?”, dejando a las personas elegir entre dos respuestas cerradas: “Una forma legítima de protesta” y “Un acto de violencia y delincuencia inaceptable”, lo que no da espacio a interpretaciones intermedias. Es más, considerar un acto como de “delincuencia inaceptable” podría influir en la percepción y la opinión de la persona encuestada. Al respecto, Tijoux dice que el problema no son las respuestas, sino las preguntas: la manera en que se construyen y el orden de las palabras. En este caso, la interrogante es persuasiva porque contiene las respuestas. También es importante ver la intencionalidad, el objetivo de los creadores, porque puede existir otra consultora con otro objetivo, pero con la misma pregunta, y que obtenga resultados diferentes. 

Para Scherman, la pregunta está mal construida: “Cuando uno hace una pregunta, tienen que estar todas las respuestas más o menos importantes dentro de las alternativas, y ahí no están. Además, una de las alternativas tiene una carga emocional fuerte. Eso también es un error, pero no puedo suponer que hay un intento de manipulación, aunque puedo decir que es una pregunta mal hecha”.  

Otro reproche apunta a los porcentajes presentados por Cadem, según los cuales el 53% de la población chilena estaba de acuerdo con el Estado de Emergencia y la presencia del Ejército en las calles para control del orden y seguridad pública.  Estos porcentajes pretendían mostrar el apoyo de la ciudadanía a las medidas tomadas por el Presidente Sebastián Piñera y el Gobierno frente al estallido social. Sin embargo, se cuestionó la credibilidad de los números.  

No es la primera vez que Cadem recibe críticas por estudios considerados tendenciosos. Germán Silva menciona la encuesta acerca de los “presidenciables” de 2017, donde Piñera alcanzaba un 45% de aprobación, cuando solo rondaba el 36,8%. Según el analista, Cadem no tiene competencia porque es cercano a La Moneda, algunos sus trabajadores tuvieron un rol político dentro del Gobierno. “Lo que ha hecho Cadem es constituirse en noticia en sí, crear opinión, crear realidades, instalar temas de la agenda y sustentarlo en un relato”, complementa Silva en la señalada columna. 

 En todas las encuestas hay un sesgo, dice Scherman, “que tiene que ver con los intereses y con los temas de la gente que trabaja en esos lugares. Ninguna de las personas que trabaja en esto es neutra frente a un tema, eso es inevitable. Pero en el caso de Cadem, la gente que está ahí estuvo también en el primer gobierno de Piñera, fue parte de su área de estudios. Ese vínculo es bastante evidente”.  

 Para Maria Emilia Tijoux, hacer una encuesta depende de muchos factores. “No se puede hacer de un día para otro: debe ser un trabajo muy dedicado y delicado con las personas; ver qué preguntas se harán, cómo se harán, el orden que tendrán y en qué contexto, dependiendo de lo que quieran medir”. Una encuesta tiene que hacer pretests, añade. Ver cómo reacciona la gente ante las preguntas, y eventualmente modificarlas. “Porque hay encuestas muy tramposas que buscan producir temor, pero también hay encuestas que se hacen para lo contrario, para producir calma. Todo este trabajo debe ser crítico y con tiempo”, explica la académica. 

 Siguiendo este argumento, Francisca Gallegos, socióloga y académica de la Universidad Alberto Hurtado, plantea que además de verificar la intencionalidad detrás de una encuesta, “es importante transparentar el proceso con en el cual se desarrolla, porque si se es honesto con estos procesos se puede generar un aprendizaje”. 

 

Un estudio distinto 

 “Encuesta ciudadana” fue otra encuesta que surgió tras el estallido social. Gallegos, junto a un equipo de estudiantes de Sociología, Ingeniería y académicos de la UAH, se reunieron con economistas y especialistas en ciencia de datos, para desarrollar un estudio que pudiera dar cuenta de la opinión de las personas respecto de la crisis política. El equipo lo describe como “un proyecto colectivo que nace de la ciudadanía, donde se busca instalar una encuesta que sirva como insumo estadístico transparente, colaborativo y riguroso para entender mejor la crisis actual que vive el país y cómo nos proyectaremos hacia el futuro”. 

 Hubo más de 238 mil encuestados voluntarios. La recopilación de información se hizo mediante una encuesta de Google Docs que se viralizó por redes sociales. De las miles de personas que respondieron, se contabilizaron aproximadamente mil extranjeros y extranjeras y mil por cada región del país, excluyendo la Región Metropolitana, donde se acumuló la mayor cantidad de encuestas respondidas (144.686 personas). El estudio estuvo abierto al público entre el 21 y el 22 de octubre, con 28 horas para responder. 

 La metodología fue diferente a la de Cadem. Los encuestados partieron de los 15 años, cuando normalmente se considera solo a mayores de edad. Igualmente, tenía preguntas cerradas y otras abiertas que invitaban al público a dar su opinión. Las redes sociales fueron un medio fundamental para su difusión. 

De las personas encuestadas, hay un 58% de género femenino, un 41% masculino y un 1% que no se identifica con estos géneros. Un 42% está compuesto de estudiantes y un 41% se ubica en la posición 3 de  la escala donde el 1 se identifica con la izquierda y el 5, con la derecha. 

“Encuesta Ciudadana” resume varias preguntas contingentes durante éste período. Algunas de ellas son: 

 

 

 

 

Gráficos sacados de Encuesta Ciudadana

Ocho de cada 10 ciudadanos encuestados se ha manifestado de alguna forma. De estos, 6 de cada 10 lo ha hecho en un espacio público. Por otro lado, existe un alto desacuerdo a nivel nacional con las acciones del Gobierno: un 90%, por ejemplo, está en desacuerdo con la declaración del Presidente de que “Chile está en Guerra”. 

 En cuanto a las demandas ciudadanas para resolver el conflicto (pregunta abierta) las palabras más repetidas son: escuchar, diálogo y nueva constitución. Las principales menciones conjuntas son: SALUD EDUCACIÓN – RENUNCIA PIÑERA – AUMENTO SUELDO – SUELDO MÍNIMO – NUEVA CONSTITUCIÓN.  

 Para Francisca Gallegos, ambas encuestas no son comparables, ya que operan de forma distinta, pero la “Encuesta Ciudadana” tiene un plus ya que recopiló una muestra más amplia de opiniones. En este estudio se usó el método bola de nieve, que consiste en que el link de la encuesta se traspasa de informante a informante, y se comparte mediante redes sociales. Este método tendría mucho más alcance –de ahí la cantidad de encuestados-, pero para Andrés Scherman el uso de esta técnica tambíen podría ser cuestionable en términos de representatividad. “El muestreo de bola de nieve, por definición, no es representativo, porque es súper probable que la gente que comparte la encuesta lo haga hacia gente que piense parecido a ellos”, explica. Por lo tanto, si alguien recibe la encuesta, probablemente se la compartirá a familiares y conocidos o personas sean de su grupo de interés. Además, el medio de masificación son las redes sociales, y no todas las personas tienen o quieren tener acceso a ellas.  

Por su parte, el equipo de trabajo evalúa positivamente la encuesta. “Más que hacer una fotografía del panorama nacional, queríamos darle voz a la ciudadanía”, dice Gallegos. “Las personas han comenzado a cuestionar la información que entregan los medios de comunicación, y ahora más, en estos tiempos de crisis. Creemos que la gente quería dar su opinión con detalle, para levantar demandas claras y poder cristalizarlas en algún documento. Nosotros tratamos de hacer eso: generar un espacio de opinión a la ciudadanía, sin ningún interés mayor que el poner las ciencias sociales y la ingeniería al servicio de la esfera pública y la opinión ciudadana”. 

 Estos datos corresponden solo a un primer boletín que lograron emitir después de una semana, debido a la gran cantidad de información que deben descifrar. El equipo asegura que es imposible tener los resultados completos en tan poco tiempo, ya que no se esperaban el recibimiento de la encuesta. “Para poder tener el estudio completo, se necesitaría trabajar un año en las respuestas”, aclaran. 

 “La opinión  pública no existe”, declara por su lado María Emilia Tijoux, citando el título del libro homónimo de Pierre Bourdieu.  Y agrega: “Cuando la gente opina, lo que hace es lanzar un sentimiento o una emoción frente a un hecho y estos pueden cambiar radicalmente al día siguiente. Los hechos que hemos estado presenciando estos días lo demuestran: uno está de acuerdo con algo y al otro día, no. Entonces, entendiendo que la opinión pública se puede manipular, porque depende de emociones que cambian todo el tiempo, los resultados le pueden servir a uno a otro, dependiendo del contexto, de la manera de preguntar, de los sectores sociales, del género, de la edad de las personas, y los resultados pueden ser muy distintos”. 

Valentina Freire González

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Francisca Torres Lefiu

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile