Hace más de una semana que la agitación y la incertidumbre no ceden. Cacerolazos, represión y medidas que no satisfacen a la ciudadanía, son parte del paisaje. Para develar qué ocurre en el país, Doble Espacio conversó con Carlos Ruiz Encina, sociólogo y presidente de la Fundación Nodo XXI, ligada al Frente Amplio.

 

“Nuestro país es un verdadero oasis”, planteaba Sebastián Piñera una semana antes de que el tiro le saliera por la culata. Treinta años de malas políticas de las que nadie se puede desentender, dice Carlos Ruiz, recayeron sobre el Gobierno  y desembocaron en la mayor ola de movilizaciones más grande desde que se inició la transición a la democracia.

En un país en Estado de Emergencia, “lo que hay es una explosión por la medida en que se ha agudizado sistemáticamente durante 30 años la privatización de las condiciones de vida”, comenta el autor de La política en el neoliberalismo, a quien muchos consideran ideólogo del Frente Amplio.

“Creo que hay que combinar de manera urgente una política de mucho impacto, de corto plazo, con una agenda comprometida de transformación de más largo aliento, que es más difícil de lograr e implica usos graduales”, plantea Ruiz en torno a las medidas que debería tomar el Ejecutivo. “En cuanto a lo primero, creo que el acceso a fondos de pensiones, los costos, las alzas que se están estableciendo, incluso el lucro que se da con el negocio de las pensiones, es uno de los primeros puntos a resolver. También, algunas garantías básicas en términos de salud, como el descongelamiento de los costos elevadísimos que se pagan en medicamentos, que no tienen equilibrio con la situación internacional. Lo segundo es comprometer un proceso que conduzca a un acuerdo social mucho más amplio sobre cómo empezar a realizar transformaciones más grandes, y ahí soy absolutamente contrario a que se vuelva a caer en la idea de delegar todo esto en los famosos expertos. Ya está claro para la sociedad chilena que esos famosos expertos no existen: lo que hacen es naturalizar los intereses de ciertas minorías y buscan darle una razón técnica, como si fuese una razón despolitizada. Lo que hacen es generar una confusión ideológica”.

Agrega el académico que esta confusión se transmite a la población, “pues disfrazan intereses particulares como intereses de toda la ciudadanía”. Esto “genera que no te puedas oponer a ellos, porque si te opones, eres alguien que está en contra del progreso, el desarrollo y el bienestar”. Y remata: “Bachelet también recurrió sostenidamente a ese tipo de cuestiones. Las concesiones y las privatizaciones de obras sanitarias también vienen de más atrás, con Frei y Lagos. Por ese lado, eso de ‘no son 30 pesos, son 30 años’, tiene mucho sentido”.

¿Qué deberían hacer los empresarios? Andrónico Luksic dijo que su piso en sueldos, desde enero de 2020, serían 500 mil pesos…
¿Por qué no se le ocurrió antes? Yo le diría, más bien, que devuelva todo lo que se comió. Que suba a 500 mil pesos, con un bono de devolución de todo lo que le sacó a la gente antes. Hay un empresariado que se acostumbró a lucrar con la privatización de los servicios públicos, más allá del otro empresario que lucra con las empresas privadas y que todo el mundo conoce (por ejemplo: Jumbo). No lo estoy defendiendo, pero es distinto a la gente que lucra con la privatización de la salud, de la educación y de las pensiones. Toda mercantilización de la vida cotidiana dejó un traspaso enorme de zonas donde se podía constituir lucro. Aquí es donde se amparó al empresariado.

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Sostiene Ruiz que en los últimos 30 años el Estado -y aquí la Concertación tiene gran responsabilidad- aumentó el gasto social para emitir bonos, con el fin de que la gente se volcara al sector privado y así aumentar las concesiones a particulares: “Este es uno de los tipos de lucro que más le duele a la población, que más impacta en sus condiciones de vida, porque se necesita que el Estado mantenga deteriorados los servicios públicos para que no aparezca la oferta pública como una competencia que afecta a los privados. Esto se ampara mucho en un abuso político, es decir, hay una protección política de las ganancias. A que voy con todo esto: a ese tipo de empresariado le va a ser muy complicado construir un pacto social, porque tiene que renunciar a esas condiciones de privilegio, a ganancias que no existen siquiera para los otros empresarios. No hablo de hacer una política anticapitalista. Quiero decir que este neoliberalismo ortodoxo ha ido más allá que cualquier otro. Ellos, el empresariado, tienen protección estatal y un subsidio estatal a su ganancia. Eso hace que haya perdido sentido para la población la vieja contraposición entre Estado y mercado”.

Frente a otras protestas masivas, el Gobierno podía hablar con un interlocutor establecido. ¿A quién le debe hablar Piñera?
La explosión social es de una inorganicidad tremenda. Hay un déficit de representación política enorme, muy marcado. No hay grandes mayorías políticas: los últimos gobiernos -Piñera 2 y Bachelet 2- contaban con un respaldo electoral de menos del 25% de la población, a lo que debe sumarse que la gente vota cruzado. Es decir, no hay una identificación de la gente con determinada alianza. Simplemente, corren detrás de figuras. Ante ese divorcio tan grande de la ciudadanía con las organizaciones políticas, lo que hay que aportar es a reconstruir y a defender la democracia, la calidad de la política. La deliberación racional de la sociedad expresada a través de la política es lo que en este rato está en deuda. Por eso, y en particular donde me identifico un poco más, he sido muy duro llamando a los representantes del Frente Amplio a ponerse al frente de la situación, dejando de hacer show.
Hace mucho rato que se viene haciendo show en la política y, por lo tanto, empieza a caer en un deterioro que no es capaz de resolver. Este tipo de temas de fondo, necesitan una agenda corta, por así decirlo, y una agenda larga: pactar una agenda más larga con sistemas de representación que permitan ahondar en mesas de transformaciones que, insisto, no estén delegada a expertos. Que estén los representantes políticos, pero, ahora sí, es necesario nombrar figuras de las organizaciones sociales, de la sociedad civil. Creo que en este rato, la política necesita reconstruir anclaje en la sociedad”.

Si los partidos políticos no llevan la bandera, ¿dónde caben en este momento?
Yo creo que este tiene que ser un momento de reorganización de la política. En especial, de reorganización de la izquierda.

¿Qué rol debe tener el Frente Amplio?
Aquí hay una generación, la del 2011, que nació con una oportunidad en la política. Si no es capaz de ponerse al frente de esta demanda histórica, va a tener que enfrentar el surgimiento de nuevos liderazgos. Las sociedades son dinámicas, y no van a esperar eternamente. Yo les he dicho, ‘Este no es el momento de andar sacándose selfies en las marchas. Ustedes son los representantes: váyanse para la casa y apúrense en preparar los puntos con los cuales se va a enfrentar a este Gobierno. Esa agenda hay que correr y elaborarla, ustedes son los representantes, ustedes están en otra función. Dejen el megáfono a los actores sociales y a los representantes de este momento. Vayan, saluden, pero paremos la política de espectáculo’.

Hay quienes aventuran que se le allana el camino a José Antonio Kast…
No sé si Kast. Lo de Kast es una personificación concreta de un tema un poco más complejo. Ahí puede haber varias personificaciones. Independiente de quién sea la personificación, sí creo que hay un sector ultraconservador que se constituye en este momento como un foco de presión al Gobierno. Recuerdo que hasta el domingo pasado, teníamos a Piñera hablando a las cuatro de la tarde en un tono de que vamos a “avanzar” en los derechos, y después unas horas más tarde, sale en la noche y dice, “estamos en guerra”. Todo ese comportamiento errático, todas la horas que pasa encerrado discutiendo y no puede resolver nada, no es porque les falten neuronas. Están sometidos a un sistema de presiones enormes. Me parece que ante este tipo de vacíos de autoridad, se pueden empezar a envalentonar algunos aventureros ultraconservadores. Empresarios que son desfachatados, tipo Nicolás Ibañez, con sus minions tipo Axel Kaiser, que ellos financian, y con algunos sectores del militarismo, para intentar alguna aventura.
Yo creo que no hay condiciones para una hegemonía autoritaria de largo plazo. El problema es que se produzca un asalto, aunque no dure mucho tiempo y pueda irrumpir por unas semanas, siendo capaz de protagonizar un desastre. Por eso, la bandera de la fuerza del Frente Amplio y de todas las fuerzas, es la defensa de la democracia, de la institucionalidad. En este caso, del diálogo.

Hay una lucha política, pero sin políticos. ¿A qué se debe esta “despolitización”?
No me gusta la palabra “despolitización”. Esta distancia entre política y sociedad, a diferencia de lo que ocurría en los ’90, agrega se da en un contexto de alta propensión a la movilización. Tuvimos el 8M más grande de América Latina, solamente por debajo del de Madrid. Hubo una marcha gigantesca del orgullo gay. Un millón de personas marchó contra las pensiones. Es decir, Chile hace rato está en una condición de alta propensión a la movilización. Pero de todas maneras, es la política la que no está a la altura de esa propensión a movilizarse.
Más que despolitización, es apoliticismo. Es una sociedad en un alto estado de movilización, pero con mucho rechazo a la política existente. En este sentido, yo diría que hay una gran, enorme demanda a una izquierda que no reacciona. Que se mira hacia adentro.

¿Crees que los casos de corrupción contribuyen a la poca credibilidad de los partidos?
La corrupción siempre es un escándalo. Si la miramos rigurosamente, la corrupción es más un exceso de poder que la esencia del poder. Es decir, la forma en que nos quitan soberanía sobre nuestras propias vidas con todo este sistema privatizado, va mucho más allá de la corrupción. La corrupción es la guinda de la torta. Es quizás la noticia que puede ser más espectacular, pero no es el fondo del asunto.
El problema no es la corrupción ilegal, sino la corrupción legal, institucionalizada. En el fondo, no puedes meter a nadie preso, porque no se ha hecho nada ilegal. A diferencia de otros países, aquí es mucho más fuerte esa corrupción: el desfalco legal, de los fondos de la sociedad y del Estado. Un ejemplo clarísimo es el “Milicogate”. Esto es lo que podríamos llamar un modelo de corrupción institucionalizada.

Por RRSS y en manifestaciones, se ha propuesto una batería de procesos para el futuro, como la asamblea constituyente. ¿Que tan posible es realizarla?
Estoy de acuerdo con que ese es un punto de llegada. En términos de táctica política, como es una bandera tan grande, es difícil que termine articulada inmediatamente. Es una bandera que está más instalada en los intelectuales. Yo insisto en la plataforma mínima de compensaciones sociales que hay que establecer frente a la población. Eso se debe hacer de inmediato. El tema de una nueva constitución cabe en la forma en que hay que asegurar y levantar hacia adelante. Lo que no podemos decirle a la población es que pare de movilizarse hasta que le fabriquemos una constitución nueva, porque entonces no va a parar. Eso puede tomar años.

También se ha hablado de democracia directa…
Estoy de acuerdo con reformar el sistema representativo chileno. Estoy de acuerdo con eso, y hay que abrirse a esa discusión, pero insisto en que las medidas urgentes en este momento no van por ahí. Tienen que ser de carácter absolutamente socioeconómico.

Sebastián Piñera ha cometido varios errores comunicacionales, como lo de estar “en guerra”. ¿Cómo lees estas situaciones?
No creo que sean errores comunicacionales, aunque se está intentando presentarlos así, reducirlos a eso. Yo creo que tiene que ver con el sistema de presión que está circulando en este rato en las confrontaciones internas de la derecha.

Se ha planteado, más bien desde la derecha, que los ataques violentos que se han llevado a cabo son organizados y orquestados por alguien. ¿Qué opinas?
En todas las protestas sociales hay saqueo. Nosotros, desde ninguna apertura de cabeza, podemos estar de acuerdo con el saqueo ni justificarlo.Por el contrario, deberíamos nosotros mismos, que somos parte de la protesta, contribuir a evitarlo. Punto uno. Ahora, punto dos: distinto es que se haya hecho una sobrevisibilización del vandalismo para deslegitimar los fundamentos de la protesta social. En eso, el Gobierno ha sido sumamente provocador. Ahí es donde yo llamo a cierta izquierda y a ciertos sectores progresistas a no dejarse provocar, a no caer en el juego de la violencia. En este momento, a los únicos que les lleva para allá es a quienes quieren debilitar la democracia, como sistema de resolución o solución de la crisis en la que estamos.

Sacha Gutiérrez

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile.