Choapa, Región de Coquimbo, 2019: el año más seco en cuatro décadas. No es este el comienzo de una novela de ciencia ficción, ni una nueva versión de “Caracas sin agua”, la crónica de García Márquez. Es la realidad que enfrentan personas y animales que tratan de vivir en uno de los sectores más afectados por el déficit hídrico. 

 

Hace poco vi una foto de cuando tenía siete años. A mis espaldas, el jardín frontal de la casa de mi abuela está repleto de plantas y flores que crecen desde la tierra, distinguiéndose solo una parte de la reja negra que protege mi hogar. La reja es ahora roja y más alta. Las flores y las plantas fueron reemplazadas, en maceteros dispuestos sobre baldosas, por pequeñas matas de rosales, alegrías del hogar y agaves. El agua que se ocupaba regando la tierra era demasiada, así que se cimentó sobre ella. En mi casa, regar se transformó casi en un lujo.

Chile se ubica 18° entre los países con mayor estrés hídrico en el ránking del World Resources Institute. En el número 17 está Botsuana, y con este país comienzan los que tienen estrés hídrico extremadamente alto. Solo 0,04 puntos nos separan de Botsuana.

He presenciado la desertificación de Coquimbo desde que tengo memoria. En el colegio donde cursé desde kínder hasta primero medio, no me enseñaron a cuidar el agua. A lo más, me llevaron a una presentación de Las Gotitas, mascotas de Aguas del Valle, empresa que distribuye este recurso en la región. Era una niña y, obviamente, me interesaban más los dulces de regalo que el mensaje que querían transmitirme.

Hace más de una década que el avance de la hiperaridez afecta la zona. En 2010, junto a la llegada del fenómeno de La Niña, la aridización se intensificó, provocando un efecto en cadena: el agua escasea, las plantaciones se secan y los animales son los primeros en morir.

Un sábado en que acompañé a mi abuela a la feria, noté que los precios de las frutas y las verduras habían subido. “La sequía”, le explicaron los vendedores mientras le cobraban por el kilo de habas 200 pesos más que el mes anterior. Paulatinamente, al acercarse el verano, los precios subirán hasta llegar al doble.

Entre las razones de la megasequía, fenómeno caracterizado por la persistente disminución de lluvias, existen factores naturales -el calentamiento del mar en las costas de Nueva Zelandia, la variabilidad natural de la zona por el fenómeno de El Niño o la Oscilación Decenal del Pacífico- y humanos, como el cambio climático. Estos, en conjunto, han generado una baja en la frecuencia y el bloqueo de frentes cargados de precipitaciones, que normalmente se desplazan en invierno de sur a norte, impidiendo que lleguen al norte y al centro del país. El uso ineficiente del agua también juega un papel.

En el informe pluviométrico de la Dirección General de Aguas (agosto pasado), la estación meteorológica Huintil muestra que en Illapel ha llovido 18,5 milímetros en lo que va del año, lo que representa un 91% de déficit en relación al mismo mes de 2018, cuando alcanzó 100,2 milímetros.

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Miguelito, el dueño del local donde mi abuela compra queso de cabra, ya no comercia con la misma criancera. Ella subió los precios, así que él decidió cambiar de proveedor. Ahora los quesos saben a sal y a mantequilla, y no puedo dejar de sentir culpa por consumir la leche de una cabra agonizante y por su bebé, que probablemente no sobreviva la temporada.

El 31 de julio, el ministro de Agricultura, Antonio Walker, anunció el decreto de Zona de Emergencia Agrícola para la región de Coquimbo, debido a la crisis hídrica . Igualmente, desde el Ministerio del Interior y el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), se informó de la inyección de 1.700 millones de pesos para ayudar a crianceros y agricultores. Esto se traduce en la entrega directa de forraje y aportes económicos para cerca de 5 mil usuarios acreditados en el Indap, así como para agricultores y crianceros catastrados en los municipios de las tres provincias de la región. La primera entrega fue en La Higuera: dos sacos de harina de soja y ocho de avena en grano.

Gracias a que mi familia, de antepasados mineros, ya no se dedica al sector primario, solo he vivido las consecuencias indirectas de la sequía. En una conversación en el colectivo sobre la preparación para Fiestas Patrias, la conductora le dijo a mi abuela que había comprado un toro prácticamente entero. A diferencia de años anteriores, cuando la carne subía considerablemente de precio, los ganaderos remataron todo al ver que tal vez los animales no llegarían vivos para esas fechas. Antes de perder, prefirieron vender la poca carne y huesos que tenían.

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Subiendo la cuesta Cavilolén, pendiente que conecta Salamanca e Illapel con la costa, se pueden ver cerros enteros de la zona de Pintacura Norte cubiertos con plantaciones de paltas. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de 2016, Chile representa el 2,5% de la producción mundial de paltas, posicionándose entre los diez principales productores.

De acuerdo con estimaciones de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) correspondientes a 2017, en Chile se plantaron 29,289 hectáreas con paltas. De estas, el 6% son del Choapa. El palto requiere entre 7 mil y 13 mil metros cúbicos de agua por hectárea al año.

La palta Hass es la principal variedad plantada, cubriendo casi el 90% a nivel nacional. Esto se debe a que, entre otras características, es de maduración temprana y de calidad superior. Esta palta necesita agua de buena calidad, ya que la especie es extremadamente sensible al exceso de sales. Convenientemente para los productores, los ríos de la Cuarta Región cuentan con estas características.

El embalse El Bato, a 32 kilómetros de Illapel, tiene una capacidad de 25,5 millones de metros cúbicos. Fue inaugurado en 2012, luego de una serie de complicaciones asociadas a la oposición de la comunidad a hundir un bosque de algarrobos, chequenes y canelos, así como al quiebre de la primera empresa que se adjudicó su construcción, y las posteriores fracturas en la presa de riego. Según el boletín climático del Centro de Estudios Avanzados de Zonas Áridas (Ceaza), de agosto pasado, al embalse solo le quedan 13,53 millones de metros cúbicos, el 52% de su capacidad. Los otros dos embalses de la provincia, Culimo y Corrales, cuentan con 55% y 41%, respectivamente.

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El bosque y la vegetación autóctonos están desapareciendo. El estero Aucó, donde iba de niña a tomar té, hoy es solo un recuerdo: el lugar se secó y ensució con relaves de las mineras, responsables también de la contaminación de los ríos Illapel y Choapa, y del consumo del agua para el proceso del mineral, llevado a cabo en la planta concentradora. Esta área ocupa el 72% del consumo total del agua de las mineras. Según el informe de la Comisión Chilena del Cobre en 2017, el 53% del consumo de agua de las mineras en la Cuarta Región proviene de aguas superficiales; 45%, de aguas subterráneas, y 2% de aguas adquiridas a terceros.

Las flores artificiales de las animitas son lo más parecido a la vegetación viva que solía haber en los cerros. Los pronósticos de lluvia parecen un juego de lotería, imposible de ganar. La desertificación, que ha ganado notoriedad en los medios de alcance nacional, no es un hecho nuevo. La FAO plantea la necesidad urgente de integrar una agricultura climáticamente inteligente, la que se funda en tres pilares: adaptación a la escasez hídrica, mitigación del impacto de la actividad agrícola y aumento de la productividad, dentro de lo posible. Basta con mirar los cerros, las tierras, los frutos que apenas se están dando los terrenos, para comprobar que esto, aunque parezca obvio, no se ha aplicado en la región.

El Código de Aguas, creado en plena dictadura (1981), sigue entregando derechos de tenencia de agua a perpetuidad. Sigue siendo la base que permite el desequilibrio ecosistémico. En agosto se reactivó en el Senado la tramitación del proyecto para modificarlo, cuya discusión se inició en marzo de 2011. Mientras la privatización hídrica avanza, Chile se sigue secando.

En septiembre de 2019 no ha llovido en Illapel. El pronóstico para el resto del año, y de los que vienen, es que siga así, sin una gota, sumando muertos en el camino. García Márquez escribió una fantasía sobre la sequía en Caracas, dándole un final digno de un mundo de realismo mágico al que nos tenía acostumbrados. Pero aquí no es Venezuela.

Esta vez no llueve a chorros.

Julieta Garagay

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile.