Sukni se hizo famosa por representar judicialmente a narcotraficantes. Sabe que algunos no la quieren, pero le da lo mismo: vive la vida “a concho” y en eso puede gastar hasta el último peso. En esta conversación habla de su admiración por el suspendido fiscal regional de O’Higgins y de lo poco que simpatiza con otros abogados que, según ella, mienten o presentan pruebas falsas.  “Yo no me hago la santa”, dice. “A veces puedo picar cebolla en los tribunales, pero jamás he inventado algo”. 

 

Su oficina, en el sexto piso de un antiguo edificio en Amunátegui con Huérfanos, tiene un característico olor a incienso, cigarrillo –solo fuma Lucky light– y el perfume que usa en invierno: 212, de Carolina Herrera. La mezcla de olores se combina, casi en un juego místico, con la tenue iluminación que resalta los rostros de las fotografías que tapizan las murallas. Cada superficie está cubierta por estatuas de elefantes con la trompa levantada, de todos tamaños y colores, separados por velas azules, moradas, rojas y amarillas. En este espacio, el minimalismo no tiene lugar.

Son las 9 de la noche y Pamela, la mujer que se ha convertido en la mano derecha de Helhue Sukni, se dirige a una de las tres habitaciones del departamento, para terminar de coordinar las actividades del día siguiente. Es el despacho principal. Ahí está Sukni, con un vestido aleopardado, sus bucaneras de cuero y un arsenal de joyas. Siempre lista para atender a sus clientes. La habitación ratifica su maximalismo y sigue la línea de la abundancia de fotografías que no dejan espacio libre. De las murallas cuelgan imágenes de su madre, su padre, sus hijas, ella misma, Osama Bin Laden, Felipe Camiroaga y clientes fallecidos. “En general, pongo las fotos de los cabros chicos, porque a veces los he sacado de la cárcel y al otro día mueren. Me da pena”, cuenta, antes de avisarle a Pamela que al día siguiente deben viajar a Illapel.

Una vez zanjados los temas de planificación, Sukni suspira, se sienta en el escritorio principal, que entre tantas fotos, carpetas, adornos, libretas y las manualidades que sus hijas le regalaron para el Día de la Madre, apenas hay lugar para la bandera palestina, un cenicero y sus tres celulares. Los dos teléfonos del trabajo suenan cada 5 minutos. Sin embargo, si suena el tercero, el destinado a la familia, de seguro son “las niñitas”. Sus hijas. La abogada enciende, nuevamente, un cigarrillo y le convida otro a Pamela, que se sienta a su lado para compartir el cenicero.

Como cada lunes, se levantó muy temprano para ir al Centro de Justicia a trabajar como abogada penal privada, por lo que los bostezos abundan mientras arregla su cabellera rubia, procurando que no se le enrede con las pulseras y el reloj de oro. Dice que hoy, como siempre, corrió para todos lados con su cartera, donde lleva siempre un perfume, sus celulares y un paquete de chicles.

Llegó a las 6 de la tarde a atender público. Nunca se va de la oficina antes de las 10 de la noche, pero asegura que el cariño de las personas la conforta de algún modo y le permite sobrevivir a la rutina.

¿Qué percepción crees que se tiene de ti?

Ahora que hago esos videos ridículos en Instagram, pero que en realidad no son ridículos, porque son simpáticos, recibo un 99% de cosas buenas. Hay un 1% de algún pobre huevón desubicado que no sé para qué me sigue si no le gusto. De todos modos, la gente me defiende, se pelean entre ellos. Me encanta. En cuanto al Poder Judicial, pucha, son bien especiales. Mis pares no me quieren, eso lo tengo más que claro; pero los fiscales, los jueces, los defensores públicos y el resto de la gente, todos me quieren, todos se ríen y me escriben por Whatsapp.

¿Te has sentido discriminada por tus pares por defender a narcotraficantes?

Y qué, si ahora todos defienden traficantes, niña, por Dios. Me ha bajado la “pega” ahora que todos están defendiendo a los cabros.

Pamela la interrumpe para preguntarle si será ella quien representará a un imputado o prefiere que lo tome otro abogado. Sukni dice que lo tome otro, que saquen su nombre del documento. “Después me acusan que llevo dos causas”, dice, “así que borra mi nombre de ahí”. Probablemente, quiere evitar problemas como los que tuvo en 2007, cuando el Poder Judicial la dejó condicional en su cargo por un año y la obligó a pagar 500 mil pesos de multa por llevar la causa del demandado y el demandante sin informar al Tribunal.

 

Movilizados y traficantes

Sukni cuenta que, si bien la mayoría de sus clientes provienen de las poblaciones, ha atendido a algunos “pitucos”, pero no le gusta tratar con ese público: “Son demasiado complicados”. Prefiere lidiar con narcotraficantes, porque “es un trabajo como cualquier otro”, aunque le gusta llamarlos “traficantes”, porque según ella, los narcos no existen.

“Tampoco se dice delincuentes, sino movilizados. Muy fea la palabra delincuente. Los cabros se andan movilizando. Con los movilizados tomo robos, estafas, manejo en estado de ebriedad. Lo que no tomo por ningún motivo es violación y abuso sexual”, dice.

¿Y sigue haciendo los “sábados de cobranza a domicilio” a sus clientes morosos?

No, ya no. Dejé de hacerlo cuando empecé a salir en la tele, en 2012, para que no me lleven presa, porque cuando iba a cobrar les rompía los vidrios, les gritaba, los amenazaba. Ahora todos andan puro grabando y sapeando. Capaz que me graben y me formalicen por daños o por amenazas.

La abogada cree que los casos de corrupción entre los “movilizados” y las policías son una realidad, lo que, según ella, se ha ratificado por los casos que han salido a la luz donde se han visto involucrados la Policía de Investigaciones y Carabineros de Chile. Sin embargo, hace un reparo a los fiscales y se refiere a las acusaciones de tráfico de influencias que el fiscal Sergio Moya formuló al suspendido fiscal de O’Higgins, Emiliano Arias.

“Estoy indignada. Yo amo a Emiliano Arias, es un caballero. No creo en nada de lo que se le imputa a Emiliano Arias y por favor ponlo. Tiene todo mi apoyo, porque lo conozco hace montones de años y es un gallo súper derecho, profesional, educado. El profesionalismo y la educación que tiene no lo hacen merecedor de todas las acusaciones que le han propinado”.

¿Y por qué cree que lo están acusando de tráfico de influencias?

No sé. Yo creo que el fiscal Moya quiere el puesto regional.

 

La familia

Sukni enciende el segundo cigarrillo y ya le lleva uno de ventaja a Pamela. De pronto, comienza a hablar de sus hijas. “Las niñitas”, las llama, aunque la mayor ya tiene 27, la segunda 24 y la menor 19. Comienza a mostrar las fotos de su familia indicando siempre con el cigarrillo. Habla moviendo mucho sus manos, logrando que con cada palabra explote el sonido de sus pulseras y las cenizas de tabaco se desparramen por todo el escritorio.

“Pamela, pásame esa foto”, pide. Muestra orgullosamente a su padre en una fotografía de treintañero, en blanco y negro, con traje y una mirada de quien simula no saber que lo están fotografiando. “Mira ese hombre, si es un churrazo mi papá”, dice, mientras observa el retrato con los ojos brillantes.

¿Cómo te llevas con tu familia?

Bien. Tengo un hermano doctor que vive en La Serena, el doctor Sukni. Lo ama todo el mundo. Tengo una hermana que es periodista, pero no trabaja porque se le murió el marido hace dos años y quedó súper mal. ¡Se le murió de 44 años! Era un cabro sano. Su muerte me marcó en el sentido que la vida hay que disfrutarla “a concho”. Él siempre me decía: “Veve, porque a mí me dicen Veve, no fumes tanto, tienes hijas chicas”, y él, con 44 años, no fumaba, no tomaba, era deportista. Un 8 de agosto le dolió la cabeza y fue a la Clínica Alemana. Tenía un tumor en el cerebro: entró vivo y salió muerto. Eso demuestra una vez más que la vida hay que disfrutarla “a concho”.

Me lo gasto todo, no tengo ni un peso ahorrado. Las tarjetas gastadas las voy pagando de a poco. Si me gusta algo, me lo compro. Si me quiero comer algo, me lo como. Si me quiero tomar algo, me lo tomo.

¿Y cómo es la relación con tus padres?

Súper buena. Cuando cumplieron 50 años de casados, con mi hermano, el doctor, le hicimos una fiesta apoteósica en el Sheraton. Pero mis papás se ven súper jóvenes y mi papá es un churrazo, aparte que es un hombre tan bueno. No le desea mal a nadie, nunca le ha hecho mal a nadie.

Con emoción, se describe a sí misma como una copia de su padre. Asegura que Mahmad es el mejor de todos los Sukni y que, gracias a él, ella y sus hermanos son personas nobles y confiadas en la bondad de la gente, aunque deja hasta ahí la frase “para no caer en la autoreferencia”.

“Con mis hijas me llevo la raja. Creo que me ven como una mamá trabajadora y yo siento que me admiran, me idolatran, no sé”, afrima. “La mayor está hecha a mi imagen y semejanza, hasta habla como yo y es peor que yo. Es de temer. Se visten como yo, son exquisitas. La bombona (Samia Rabi Sukni) es la única que no fuma. Las otras dos (Fadwa Rabi Sukni y Widad Rabi Sukni) fuman como chino en velorio”.

Sukni se jacta de que las crió sola. “Las crié dándoles lo mejor de la vida, pero también enseñándoles que las cosas valen. De hecho, la del medio y la más chiquita trabajan cada vez que tienen tiempo. La Widad se recibió de psicóloga y no ha encontrado pega. Está haciendo un diplomado en la Chile y en sus ratos libres trabaja de empleada en el Apumanque. La bombona es cornershop y reparte volantes, folletos, y vende cosas por su página de internet”.

El ambiente laboral donde te mueves, a diferencia del familiar, es muy masculinizado. ¿Cómo lo has vivido desde joven?

Cuando joven, éramos súper pocas las mujeres. En materia penal éramos tres. Ahora está lleno. No me ha costado ser mujer ahí, porque soy súper simpática con la gente. Pero si me buscan, me encuentran, te digo altiro.

Y crees que si fueras un hombre, igual de excéntrico, ¿estarías igualmente expuesto a la opinión pública?

Es que no me puedo ni siquiera poner en la postura de ser hombre, porque me encanta ser femenina. Amo ser mujer, me encanta ponerme falda, pintarme, arreglarme el pelo, ponerme joyas, usar cartera… No, siendo hombre me muero. De hecho, en el colegio cuando hacíamos obras de teatro y me ponían de hombre, yo no aceptaba. Ahí quedaba la cagada, por rebelde, porque las profesoras se ponían cabronas y yo les decía “no, no más”.

¿Cómo ves el feminismo en la sociedad?

Bacán por las cabras que quieren ser feministas. Yo no tolero ni soporto que un hombre le falte el respeto a una mujer, el respeto en todo orden de cosas. De partida, no pueden alzarnos la voz, numeral uno. Numeral dos, menos pegarles ni ofenderlas. Por eso las novelas turcas no me gustan, porque veo tanta violencia, que la cambio. La única novela turca que vi fue esa… Madre, que me volvía loca cuando le pegaban a la niñita, porque no soporto la violencia hacia las mujeres, la odio con mi alma. Las mujeres antes eran más recatadas. El tiempo y la vida han hecho que las mujeres vayan evolucionando. Lo que sí, yo creo que las mujeres y los hombres tienen roles definidos en la vida.

 

Palestina en los huesos 

Nació en territorio nacional, su “Chi, chi, chi”, como ella llama a Chile. Sin embargo, se considera “palestina hasta los huesos”.  Sus tres hijas egresaron del Colegio Árabe, en Las Condes. Samia, la menor, es la más comprometida públicamente con la herencia árabe. En sus redes sociales, comparte mensajes de la Federación Palestina en Chile, que llama a difundir los hechos de violencia en esa nación.

¿Es cierto que te echaron de un colegio por haber aceptado abiertamente que seguías la religión del Islam?

Sí, me echaron las monjas, pero ya me habían echado de varios colegios porque me portaba mal. No era de rayar paredes ni de ser insolente con las monjas, porque siempre estuve en colegio de monjas. Me echaban porque defendía los intereses de mis compañeras, porque nadie se atrevía a alzar la mano y decir “esto no corresponde”. De chiquitita siempre peleaba en defensa de todo el mundo. Así, a los 10 años, decidí que quería ser abogada.

Usted, que se crió en una familia con una cultura palestina muy arraigada, ¿le afecta la invasión israelí?

Me ha afectado toda la vida. Soy palestina hasta los huesos. Odio el sionismo, porque lo único que ha hecho todos estos años es tratar de eliminar y matar palestinos. Yo creo que uno nunca tiene que descansar por lograr que haya paz en el Medio Oriente, pero mientras exista el movimiento sionista, nunca va a haber paz. Mientras los vendidos de los sauditas sigan coludidos con Estados Unidos, tampoco. Estados Unidos si no tiene petróleo no mueve ni una micro, pero lamentablemente son negociaciones entre ellos. Cuando ocurren los genocidios, las Naciones Unidas hacen la vista gorda.

Antes de apagar la grabadora, Helhue quiere decir algo antes de olvidarlo, sobre todo porque esta entrevista es para un medio universitario. “Hay algo que quiero dejarle como mensaje a los estudiantes de Derecho”, comenta.

-¿Alguna recomendación para cuando salgan al mundo laboral?

-Sí. Que les quede súper claro que el fin no justifica los medios. Hay gente que por lograr su finalidad dejan la escoba en el camino. Por ejemplo, he visto a abogados inventar cosas, falsificar pruebas; que incluso han sido formalizados por presentar testigos falsos. Yo nunca he hecho a algo así. Y no me quiero hacer la súper santa. A veces puedo picar cebolla en los tribunales, pero jamás he inventado algo.

Gabriela Acuña Becerra

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile