Durante toda su infancia, un grupo de amigos de Victoria pasaba sus días en la plaza del barrio. Cada tarde, los niños llegaban para jugar y treparse en el enorme árbol plantado allí , que era el centro de su pequeño mundo de fantasías. Pero, poco a poco, los niños fueron creciendo. Algunos abandonaron el pueblo, y la plaza y su árbol se transformaron en un recuerdo. Hasta que, un día, el árbol ya no estaba.